martes, 7 de junio de 2011

el tiempo no existe

Hace un año, una sombra, que entonces no sabía que lo era, me forzó las pestañas y se instaló en las pupilas haciendo mis ojos más hermosos.

Bajó a mis pulmones, me llenó el pecho haciendo con que la respiración padeciera una intranquila serenidad y con que el olfato honrara su nombre.

Se apropió de mis dedos y mis pasos, todo lo que tocaba se volvía hermoso y el suelo parecía haber sido creado para ser caminado.

Se tomó mis boca, mis dientes y mi lengua. El agua sabía distinta. Sentí que había crecido para besar esa sombra, hecha de sentidos, sin palabras, sin actos, rodeada de silencio imposible y lógica improbable.

Vino el viento sur, de nuevo, me despeinó con caricias y me sopló una melodía que ya había olvidado.

No me arrepiento de haberle escuchado, aunque la sombra me plantó una noche dentro.

Una noche solo mía, como esta, llena de notas incomprensibles y virutas de sueños rotos.

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