jueves, 21 de mayo de 2009

Corazón sin facturar



Parece que siempre que decido viajar me toca llevar el corazón roto...
A Paris llevé vacío inmenso; a Florencia juré que nunca más; a Marrakech, sintiéndome con 10 años más de lo que me toca...


Había 42ºc y la luna se llenó de todo, regalando una luz suave a la Ciudad.
No me acordé de ti, ni de mi, solo miraba los demás. Como movían las manos cuando hablaban, como las miradas eran distintas, como los pasos de las mujeres no tenían pretensiones.

Después vino el tibio viento sur y lo arruinó todo...
Entregué mi cuerpo en un “Hamam”. Me cuidaran con jabón aceitoso y negro, con polvos de argila verde, con té de menta e aceite perfumado de jazmín. Lloré sólo cuando una sabia mujer moldeó mi espalda y mis píes a sus manos. No eran las tuyas.
En la farmacia me preguntaran si estaba embarazada, y la verdad es que no supe que contestar.
Cuando la posibilidad se aproximó a certeza decidí que abortaría, después, decidí que nacería sin contárselo a su padre, y , finalmente, me reí, porque eso, iría contra todo en lo que creo. Nacería simplemente.
A la vuelta, en la Ciudad que me escogió para vivir en ella, me dijeran que no, que no estaba embarazada.
Solo tengo un corazón dentro de mi, y, la verdad, es que creo que es suficiente.


Bajo la lluvia de este Verano tan frío, y con el viento sur de nuevo, me prometí que nunca más lo haré, nunca más regalaré mi ser.
Pero el viento sur siempre engaña la gente, porque tras el, siempre viene tormenta, y si no me crees, pregúntale a los marineros que siempre llevan corazones tatuados.




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